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Si a uno nos piden, nombre usted a un gran artista, pintor, aragonés a más señas, conocido mundialmente…. La respuesta inmediata que daría el 99% de nosotros, sería…. Francisco de Goya y Lucientes! (bueno, lo de Lucientes igual todos….no, pero Goya, fijo).

Y sí, cierto es. Pero puede que el 1% restante diera otra respuesta….. Pradilla, de nombre también Francisco. Y sería igualmente correcto!! Pues, Francisco Pradilla Ortiz, está considerado el mejor pintor del S.XIX y principios del XX, después precisamente, de Francisco de Goya.

Y es que la figura de Goya, siempre ha ensombrecido a Pradilla, y es por esto, que este otro genio aragonés de la pintura no ha tenido el reconocimiento que merece.

Pradilla es el principal representante de la pintura española en temas históricos. Es difícil imaginar un solo libro que trate la historia de España, bien escolar o de carácter enciclopédico, en el que no aparezca su famoso retrato de Alfonso I el Batallador, La rendición de Granada, El Suspiro del Moro, Doña Juana la Loca, o  Doña Juana la Loca recluida en Tordesillas.

Su nivel de maestría fue tal que una narración de la historia de España sin sus cuadros es una crónica huérfana de imágenes. Una vez se vislumbra su cuadro de Alfonso I el Batallador, ya no puede concebirse al monarca aragonés de cualquier otra manera. Es como si Pradilla se teletransportara en una máquina del tiempo, y a través del pincel, nos proporcionase una fotografía de los acontecimientos.

Corría el año 1848 cuando Pradilla nació en la localidad zaragozana de Villanueva de Gállego en una familia humilde. Como muchas otras familias la suya también marchó a la ciudad en busca de un futuro mejor y a la edad de 11 años Francisco ya cursaba bachiller en Zaragoza y vivía en la calle del Coso 35, frente a la actual Plaza de España.

Falto de recursos trabajó como pintor de brocha gorda desde los 12 años y los dineros que ganó le dieron la posibilidad de seguir aprendiendo. Comenzando primero como aprendiz en el taller de Mariano Pescador, con el que realizó numerosas escenografías para el Teatro Principal de Zaragoza.

Zaragoza se quedaba pequeña para un muchacho de su talento y ambición, así que, como otros muchos artistas marchó a Madrid en busca de oportunidades. Era el año 1866 y en la capital pronto sacó partido de su experiencia como escenógrafo y comenzó a trabajar en el taller de Ferri y Busato, los artistas que habían llegado de Italia para hacerse cargo de la decoración del Teatro Real. Combinando este trabajo con la asistencia a clases de la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado.

Tras mucho esfuerzo y trabajo, en 1874 llegó su gran oportunidad. Opta y gana una plaza de pensionado en la recién creada Academia Española de Roma. Y es el trabajo correspondiente al tercer año de pensión el que le supone a Pradilla un éxito rotundo. Se trata de La obra titulada “Doña Juana la Loca”. Con ella consigue la medalla de honor en la Exposición Nacional de 1878 y medalla de honor ese mismo año en la Sección Española de la Universal de París. Este sonoro triunfo le llevaría a recibir el encargo del Senado para la ejecución del cuadro La rendición de Granada, que si bien no resultó tan acertado como el anterior, su difusión le catapultaría a una fama internacional.

De aquí, Pradilla llegó a ser director de la citada Academia Española en Roma. Sin embargo, las obligaciones burocráticas y docentes, más allá de las de pintor, le hacen dimitir a los ocho meses, para poder centrarse y dedicarse a lo que de verdad era su pasión: la pintura.

Aún así, siguió afincado en Roma, donde ya estaba desde hacía muchos años con su propio taller, muy cerca de la Piazza dei Popolo, y gozaba de un extraordinario reconocimiento artístico entre coleccionistas y marchantes de todo el mundo.

Hasta principios de 1896, que acepta la propuesta de ocupar la dirección del Museo del Prado y se traslada de vuelta a la capital española.

En este cargo se mantuvo hasta 1898, año en el que dimitió, a causa de la desaparición temporal de una importante obra de arte y en gran medida porque siempre se acababa cansando de los puestos directivos, a causa de los engorrosos trámites burocráticos que le quitaban tiempo para hacer lo que más le gustaba, que era pintar.

Pradilla en la soledad de su estudio madrileño se alejaría voluntariamente de todos los actos so­ciales y políticos, entregándose al quehacer que le había reportado bienestar y fama: la pintura. En su magnífico palacio-estudio recibía a numerosos amigos como Pérez Galdós, Núñez de Arce, el marqués de Pidal y al mismísimo rey, que solía visitarlo con frecuencia.

En 1921 murió Francisco Pradilla, dejando tras de sí una prolífica obra, reconocido como gran maestro de la Pintura de Historia, aunque lo cierto es que este género apenas ocupa un pequeño porcentaje de su obra. En realidad, cultivó todos los temas, con especial atención al paisaje y a la pintura de género y de costumbres.

Su localidad natal, Villanueva de Gállego (ubicada a tan solo 16 km de Zaragoza), en la que se celebra desde hace más de 34 años el prestigioso premio de pintura Francisco Pradilla, se volcó con su figura y le dio su merecido reconocimiento, el pasado año 2021, coincidiendo con el centenario de su muerte.

Desde mayo de 2021 hasta mayo de 2022, se celebró el Año Pradilla. A lo largo de estos meses, desde el ayuntamiento de Villanueva de Gállego, y con la inestimable colaboración del académico Wifredo Rincón, uno de los mayores especialistas en Pradilla, se realizaron varias actividades, charlas y ponencias, exposiciones y conciertos, tanto en Madrid, Zaragoza como en Villanueva de Gállego. Precisamente aquí, en su localidad natal, se inauguró el Espacio Pradilla, que  alberga la colección municipal del pintor, distintas salas de exposiciones y espacios de lectura, divulgación e investigación. Un lugar al que acercarse para conocer de primera mano su obra y sus raíces.

La culminación del Año Pradilla se cerró con un magnífico concierto en al Auditorio Nacional de Madrid, a cargo de la Unión Musical de Villanueva de Gállego, y contando con el Coro Amici Musicae y tres grandes solistas: Beatriz Gimeno, Nacho del Río y Jose Luis Urben. En un concierto mágico que nos transportó a la España de Pradilla a través de la música.

Sin duda, otro gran genio aragonés al que finalmente se le ha dado el reconocimiento que merece.

Fuentes: museodelprado.es; franciscopradilla.es; historia-arte.com; descubriendoelarte.es.

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